A todas nos ha pasado. Estás en una reunión, se piden ideas, compartes la tuya, que es sistemáticamente ignorada, para que diez minutos más tarde tu compañero de al lado diga exactamente lo mismo y aplaudan el ingenio. Pobre de ti como oses decir que es tu idea y que solo lo ha repetido con otras palabras: lo que te falta para crecer, para ser jefa, para triunfar es, precisamente, ese “darle a las cosas una vueltecita” que tiene tu compañero. Si eres mujer, en este momento, ya estás de mala leche. 

Asumamos que vivimos en el mundo en que vivimos y que no va a cambiar, ¿qué pasa con las mujeres que no nos sentimos escuchadas/valoradas en el ámbito laboral? Empieza con cosas pequeñas: por ejemplo, dejar de compartir ideas para que no te las roben, pero el problema es que las tenemos (las ideas, digo) y cada vez que a tu superior hombre más inmediato no se le ocurre nada y tienes la solución se te plantea este dilema: ojos en blanco y salvarle otra vez para que se lleve medallita o pasar. Hay un número indeterminado de veces en el que una puede trabajar por el bien común siendo un fantasma, pero a la decimoquinta vez nace, inexorablemente, el resentimiento. La falta de reconocimiento y el resquemor pesan. Puede que no te hayas dado cuenta, pero el peso es algo que puedes llevar un tiempo determinado, no más, sin hacerte daño.

Ese peso es el punto de no retorno: estás a punto de perder a esta mujer para siempre. Se acabó el compartir ideas, se acabó el ayudar en la sombra, esa mujer solo quiere ser vista y escuchada. Probablemente no te hayas dado cuenta, pero, probablemente, en tu empresa hay varias mujeres así. Tú crees que no porque la cultura de la empresa se declara muy feminista y muy proigualdad, pero alguna está ahí, en silencio, con su incomodidad creciente. 

Entonces, ¿qué podemos hacer para aliviar el peso? Cosas sencillas como dejarnos hablar, escucharnos atentamente, dar valor a las ideas y que sean discutidas en igualdad, observar si tienes mujeres en puestos intermedios y directivos y, si no es de esta manera, hablar con ellas para entender cómo ven la empresa y si piensan que tienen opciones a crecer. No hace falta saber de alquimia para entenderlo: una trabajadora escuchada y reconocida es una trabajadora feliz.