Las empresas familiares, constituyen una de los pilares básicos del tejido empresarial de los países. Es cierto, que por las características especiales que poseen, pueden parecer frágiles; pero, a lo largo del tiempo, estas organizaciones han demostrado tener una indiscutible fortaleza interna y una habilidad para sobreponerse a situaciones adversas, ya sean económicas u organizacionales.

Muchas empresas familiares consiguen salir adelante y perdurar generación tras generación. Pero, no es casualidad. El éxito de estas organizaciones depende, en gran medida, de su capacidad para ser resilientes. Es decir, saber desarrollar conductas positivas ante situaciones de estrés, inestabilidad y conflicto. Situaciones que pueden llegar a su punto máximo de crisis, cuando el fundador de la empresa desaparece. Pero, ¿cómo nos preparamos para esto?

Fortalecer la resiliencia, prepararse para el futuro

Marta, Juan y Alberto llevan una década trabajando en la empresa de Pedro, su padre. La organización es pequeña y parece que entre los cuatro son capaces de sacar el trabajo adelante. Pero el curso de la vida es implacable y llega un momento en el que el padre fallece.

Los tres hijos quieren seguir adelante con la labor que estaban desempeñando, pero comienzan a aflorar conflictos porque hasta ahora la gestión interna era un caos. Con el fallecimiento del progenitor, se descubre que la estabilidad de la empresa dependía de él e inevitablemente todo se desmorona. Además, no solo se están dañando lazos profesionales, también familiares. ¿Cómo podemos evitar esta situación?

  • Establecer una visión común. Para que una empresa familiar sobreviva a su fundador es fundamental que el resto de miembros remen hacia una misma dirección. Establecer una línea estratégica y unos objetivos comunes es esencial. Pero además, todos los implicados deberán actuar bajo una misma filosofía para lograr coherencia empresarial.
  • Dejar a un lado los intereses familiares. La confianza que nos da trabajar con nuestra propia familia, a veces puede actuar como un doble filo. Dentro del ámbito laboral, es esencial aprender a ver a nuestros familiares como a profesionales, dejando a un lado asuntos personales para evitar comportamientos excesivos y fuera de lugar. Cada uno debe estar en su sitio, adoptando el rol que le corresponde.
  • Mantener la transparencia. Puede resultar obvio, pero la transparencia suele ser lo primero en desaparecer cuando algo se tuerce. Es importante asumir los momentos de crisis y saber comunicarlos a todo el equipo por igual, evitando el aplazamiento de toma de decisiones importantes. De esta forma, conseguiremos crear fortaleza ante momentos adversos.
Apostar por un plan de sucesión definido

Nuestra capacidad para ser resilientes puede ser aún mayor con una preparación adecuada, porque sabremos los pasos que tendremos que seguir cuando el fundador ya no esté. En este sentido, es clave tener un plan de sucesión establecido. Es interesante crear espacios de diálogo y debate para consensuar quién tomará las riendas de la empresa. Y no solo eso, qué funciones y roles adoptará el resto del equipo cuando esto suceda. Es importante dejar estos aspectos atados y no dejar nada para la improvisación. Un paso en falso podría arruinar años de trabajo.

Adoptar todas estas medidas puede ser oportuno en una etapa inicial de la empresa, cuando la organización aún no presenta escenarios conflictivos. En cualquier caso, si no sabemos cómo implementar estas mecánicas porque hemos llegado a un punto en el que los límites empresariales y personales se han desdibujado, podremos recurrir a la figura de un mediador para que reconduzca la situación a través de espacios de diálogo y confianza.