En los últimos años, la inteligencia emocional está cada vez más presente a la hora de entender a las personas y, sobre todo, la manera en la que interactúan las unas con las otras. Como ya se representó de manera en la película Inside out, aunque socialmente no todas las emociones se vean igual, como pueden ser el enfado o la tristeza, lo cierto es que todas ellas son necesarias.
Si nos centramos en la emoción del enfado, según unos estudios de Dolf Zillmann, este suele tener su origen en la sensación de hallarse amenazado. Esta amenaza, que puede ser física o psicológica, genera en ambos casos un impulso que nos lleva a dar una respuesta automática y, a veces, poco pensada. Este comportamiento “poco racional” puede tener consecuencias no deseadas en nuestro entorno. Además, dependiendo del motivo que nos ha llevado al enfado y de cómo nos encontremos nosotros a nivel físico y psicológico, no siempre nos va a resultar sencillo frenar la escalada provocada por este sentimiento. ¿Por qué? Porque hay muchas variables que influyen en él: no es igual enfadarte con tu jefe, con tu pareja o con una persona que te ha dado un golpe al coche, ¿verdad?
Por ejemplo, los enfados en el trabajo generan frustración y enrarecen el ambiente laboral. El trabajador que se ha sentido agraviado apunta, mentalmente, los motivos de su descontento, pero no siempre los comparte. Ese es el germen para buscar un nuevo puesto de trabajo y abandonar la empresa. Lo mismo ocurre cuando nos enfadamos en el ámbito personal. Lo que empieza siendo una pequeña molestia, con el tiempo, se puede transformar en un resentimiento tan grande que acabe en divorcio.
En ambos casos tenemos tres soluciones posibles: romper con la situación establecida de forma amistosa, de forma conflictiva, o buscar la forma de arreglar la situación. En las 2 soluciones constructivas (las que evitan la guerra), y si no somos capaces de comunicarnos entre nosotros correctamente y con honestidad, cobra vital importancia la figura del mediador. Este, a través de la comunicación, ayudará a gestionar el conflicto que se ha producido entre las dos partes.
Comunicación como base para resolver conflictos
En palabras de Aliocha Mussy, mediadora y directora de Lead your communication: “La figura del mediador en un conflicto, un tercero neutral e imparcial, ayuda a mejorar el proceso de comunicación en una relación. A través del diálogo definimos el conflicto y buscamos una solución valorando las posibles opciones”. Además de recurrir a la ayuda de un mediador, ¿qué más podemos hacer por nosotros mismos en nuestro día a día?
- Practicar la escucha activa y tolerante. A pesar de que la cultura del “culto al yo” está cada vez más extendida, es importante saber escuchar a los demás. Cuando tenemos una relación, ya sea personal o profesional, debemos escuchar, aceptar qué es lo que les pasa a los demás y cómo eso me afecta a mí y a mi entorno: familia o trabajo.
- Expresar cómo nos sentimos. Es importante que tengamos la confianza necesaria con nuestro jefe o pareja para expresar cómo nos sentimos ante una situación determinada. Esto nos ayudará a resolver conflictos, a aumentar la confianza en el otro y a fortalecer nuestra unión.
- Fomentar el diálogo honesto ante un conflicto. Si ha ocurrido algo que no es de nuestro agrado, es importante que no lo dejemos pasar. Es recomendable sentarse para explicar cómo nos sentimos y de qué manera podemos colaborar para que las dos partes estén lo más cómodas posibles.
- Respeto. Parece obvio, pero muchos conflictos se caracterizan por no existir una relación de respeto entre sus integrantes. Hay tantas realidades como personas. Es importante que sepamos valorar la opinión del otro, no infravalorarla y, sobre todo, tratarle desde una postura tolerante y respetuosa.