Probablemente, si piensas en tu niñez, tengas un recuerdo muy definido de cómo actuaban tus padres en casa. Seguramente, mamá era quien te llevaba al colegio, al médico, quien hacía los deberes contigo y quien se encargaba de llevarte a todas a las actividades extraescolares. Seguramente, también era la figura que más normas imponía en casa y quien te castigaba alguna que otra vez por haberte portado mal. Pero, ¿y papá? Los padres, en general, suelen ser relacionados con momentos de ocio, quien te llevaba de excursión los fines de semana, al cine o de paseo en momentos puntuales.
La crianza de los hijos cambia por completo la vida de las personas. En un entorno en el que trabajar, socializar y prestarse atención a uno mismo es parte de nuestra cultura y rutina, pasar de repente a ocupar gran parte de nuestro tiempo a cuidar de un tercero, puede tener efectos adversos, en cuanto a estado anímico y físico. El problema es que el peso de ese cuidado suele recaer solamente sobre una figura, que en la gran mayoría de ocasiones suele ser la maternal.
La dificultad de romper con la herencia cultural
En cuanto a la educación de los hijos se refiere, parece que hay una norma no escrita que nos invita a pensar que es la madre la que debe asumir ese rol de protección y cuidado hacia los hijos. Esto se debe a la herencia cultural que hemos recibido. Seguimos viviendo con posos del pasado en los que el hombre era quien salía a trabajar y la mujer la que se quedaba en casa. Pero esto, hace tiempo que ha cambiado.
María tiene 35 años, está casada y hace un año que tuvo a su primer hijo. Al igual que ella, su marido trabaja, pero es María quien se encarga de todas las responsabilidades que supone estar al cargo de un niño tan pequeño. Para María, conciliar su vida maternal con la laboral y personal está siendo muy frustrante porque siente que tiene que hacer malabares para llegar a todo. Además, esta situación le está generando momentos de apatía y estrés porque se siente sola en este proceso. Además, tiene la sensación de que ha aparcado su vida anterior. ¿Cómo podemos solucionar esta situación?
La mediación como solución
El objetivo a perseguir es que las dos personas involucradas en la crianza, puedan llegar a disfrutar del niño a la vez que continúan con sus vidas. Aquí tres consejos:
- Comunicación. No debemos dejarnos arrastrar por la vorágine del día a día. Si existe una situación que nos genera malestar, debemos encontrar un hueco para sentarnos con nuestra pareja y exponer cómo nos sentimos.
- Empatía. Sin empatía, es muy fácil que los lazos afectivos de una pareja se debiliten y acaben por romperse de forma irreversible. Es muy importante saber escuchar y atender a las necesidades del otro, dialogar para encontrar el equilibrio.
- Negociación. Todos tenemos cosas que hacer. Por eso debemos llegar a un entendimiento en el que el reparto de responsabilidades sea equitativo.
En el caso de que el cuidado de los hijos haya ocasionado un conflicto en la pareja que no sabemos cómo resolver, la figura del mediador puede ayudarnos a establecer un espacio de diálogo y comunicación en el que la parte afectada le pueda hacer entender a la otra cómo se siente. Desde el entendimiento y la empatía se pueden construir hábitos más saludables que beneficien a las dos partes.