Estoy en la universidad y tras terminar la carrera, me siento afortunado porque mi padre dirige una empresa y tengo la oportunidad de trabajar con él. Es una suerte porque entro directamente en el mundo laboral y además en un entorno en el que me siento seguro y arropado. Pero pasa el tiempo, y lo que antes era bienestar, comienza a desdibujarse; no sé si hablo con mi jefe o con mi padre, no sé si este conflicto es laboral o familiar y mi vida privada comienza a intoxicarse con asuntos que deberían quedarse en el trabajo.

Las empresas familiares constituyen gran parte del tejido empresarial de los países. Y, aunque existen muchos prejuicios, pertenecer a una de ellas en calidad de “hijo de” no tiene por qué ser negativo. Al contrario, desarrollar nuestra actividad profesional dentro de un círculo de seguridad, nos permite crecer laboralmente; porque sentimos que nuestro superior deposita confianza en nuestro trabajo. Pero, es cierto que cuando tu jefe es también tu padre, se pueden producir conflictos cuya naturaleza adquiere dimensiones más complejas.

La importancia de la anticipación

Cuando las relaciones familiares se entremezclan con las laborales, es sumamente importante saber identificar a tiempo aquellas fricciones que puedan surgir. No es lo mismo trabajar “con” que “para” nuestro padre, y en este último tipo de trato es normal que las posiciones de uno y otro (jefe padre y subordinado hijo) puedan difuminarse. Saber cómo dirigirnos a nuestro padre en el entorno laboral, que este sepa que debe hablarnos como un jefe y no como un familiar o alejar los temas personales de los espacios de trabajo, son aspectos que con el tiempo son obviados, provocando focos de conflicto muy delicados.

Y cuando trabajamos en la empresa de nuestro padre, no solo nos enfrentamos a los posibles problemas que puedan surgir en la relación con este. También hay que lidiar con los conflictos que se generan en el resto del entorno laboral, ya que es frecuente que este se fije antes en el parentesco que en la profesionalidad. Este factor es muy peligroso porque nuestro trabajo puede verse devaluado, generando frustración y desconfianza.

Tres consejos para evitar conflictos, cuando tu jefe es tu padre

Definición de roles. Antes de comenzar a trabajar es recomendable que las dos partes hablen sobre lo que cada una espera de la otra. Es importante definir los cargos que cada una ocupa en la empresa y respetarlo. Cuidar el lenguaje que utilizamos y las formas también es esencial para que los roles de cada uno queden claros.

Delimitar espacios. Procurar que lo personal no traspase lo laboral y viceversa. Es recomendable adquirir conciencia sobre los temas que tratamos en cada uno de los espacios; de esta forma, evitaremos contagiar los posibles problemas que puedan surgir de un ámbito a otro.

Pacto de igualdad. El hijo deberá saber que se rige bajo las mismas normas, derechos y obligaciones que el resto de empleados y que su retribución será acorde al puesto que ocupa. Tratar estos temas puede resultar violento, pero a largo plazo es beneficioso para evitar situaciones inesperadas.

Cuando los problemas en este tipo de relaciones se desbordan, es difícil llegar a acuerdos porque las posibles soluciones propuestas pueden verse sesgadas. Ante esta situación, es aconsejable recurrir a un mediador, quien podrá ver el conflicto como un ojo externo y establecer mecánicas y espacios de diálogo que ayuden a reestructurar la relación laboral y familiar. En este caso, la mediación cobra especial importancia, porque puede evitar que los lazos familiares se vean gravemente heridos.